Paraíso entre montañasTravel | Photography | Rural
Después de 8 horas de viaje en flota, me encontré en la cima de Colombia. No se la altura a la que estaba pero podía apreciar las nubes de cerca. Se filtraban los rayos de sol dándole un aspecto paradisiaco a las frondosas montañas. Durante el viaje pude sacar más de 200 fotografías de montañas que tenían todo tipo de formas y texturas, unas rocosas, otras triangulares y algunas tupidas de selva verde. |
Chita es pueblo donde nacieron mis antepasados, mis abuelos, y los abuelos de ellos y seguramente sus abuelos. Situado en Boyaca, uno de los 32 municipios de Colombia, Chita está ubicada en una montaña que adorna con farolitos amarillos que le dan un estilo de pesebre a lo lejos. Es curioso llegar de noche al pueblo, porque los últimos kilómetros de carretera son "destapados" y no hay luz que lo guíe a uno. De la nada, aparece entre la oscuridad un pequeño rastro de vida, unas luces amarillas que parecen ubicadas en el cielo (ya que ni se ve la montaña) y da la sensación de que falta poco para llegar al destino. Error, luego hay que bajar cientos de metros hacia abajo hasta llegar a la base de la montaña y después, hay que volver a subir a otra montaña para llegar al destino.
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El que lea esto pensará que ningún habitante de los que vive en Chita debe salir entonces del pueblo, debido a sus compliques con las rutas de acceso al pueblo, pero la verdad es que se equivoca.
Hay buses que van varias veces al día a Chita o personas que transportan alimentos como ovejos y vacas; hacen viajes cada 2 días de la capital a Chita y viceversa. |
La economía del pueblo se basa más que todo en la ganadería y el cultivo, aunque le sorprendería llegar a pensar que una buena fuente de ingreso es la cerveza. Al parecer el frío no es ninguna indisposición para los chitanos, que toman, toman y toman buena cantidad de cebada al día. Una noche en la plaza del pueblo mientras bailaba carranga (música folclor colombiana) escuché el rumor de que tenían que traer más de un camión de cerveza por semana ya que no daba abasto solo uno para los chitanos. No me lo creí hasta el tercer día de ferias y fiestas cuando ya había tomado más de lo normal. Creo que en esas ferias se consumió más del camión. Hablando de ferias y fiestas los pongo en contexto. Mi viaje a Chita era a causa de una fiesta realizada en los últimos días de diciembre. Mi primer viaje a este pueblo fue a temprana edad, así que la viví de una manera diferente. Me la pasé jugando maquinitas y comiendo pasteles de yuca, un plan muy inocente y poco cultural. Así son los niños. Pero ahora, ya tenía edad para ir más allá del viaje turístico sano y quería probar y "untarme" de la cultura por unos días. Cuando llegué al pueblo me estaban esperando unos primos en una tienda cerca a la plaza central. Iban ya por su quinta botella de aguardiente "líder" y no eran ni las 5 p.m. Me senté con ellos y tome un poco, dándome cuenta de inmediato que el aguardiente Líder era más fuerte que el aguardiente Nectar (que se vende en la capital). Al siguiente día fui con mi primo (todos son primos en Chita) a revisar los ovejos, así que nos montamos en una moto estilo motocross y empezamos a subir monte. Luego de unos minutos habíamos llegado a una montaña donde se encontraban unos 60 ovejos, que nos miraban con sus peculiares ojos amarillos. Me acerqué a uno de ellos para apreciarlo de cerca. Me di cuenta que el pelaje de estos animales es realmente grueso, la tela perfecta para abrigarse de ese frío de montaña. Siempre tuve esa idea de que las ruanas tenían un precio de unos 40.000 pesos hasta que vi a estos animales. Luego supe que una ruana mediana podía llegar a costar unos 180.000 pesos. Después de cuidarlas un rato, las bajamos para el pueblo, ya que se iban al camión para ser lana y comida en Bogotá. Me dio un poco de nostalgia. No sabían para dónde iban ni cuál iba a ser su destino. Pero bueno, así es la vida. Antes de que se marcharan, le saqué una foto a uno de ellos. Esta sí parecía saber para donde iba, su expresión lo decía todo. |
Mientras bajaba en la moto como el peor "pato" de todos, pude ver una hermosa vista, con más de 7 montañas que se veían al fondo, rocosas, parecidas a las Cuchillas de Sutatausa, pero multiplicadas. No lograba ver el final del plano, solo montañas y cielo.
Cada montaña tenía algo por contar, todas lucían hermosas y diferentes, planas, bajas, con y sin verde. El cielo parecía impredecible, a veces nublado, luego con nubes en formas de líneas y hasta pedazos de cielo que estaban a unos cuantos metros de nosotros. Si el cielo existe, podría llegar a pensar que estuve muy cerca, y también diría que Dios tiene un panorama de envidia cuando se acerca a su ventana todas las mañanas.
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